viernes, 17 de diciembre de 2010

En una sociedad floreciente

En una sociedad floreciente como la suya, ofrecer comida y bebida al visitante es un rito rigurosamente observado, que llena de orgullo a su pueblo. Quienes cocinan son las mujeres. Nadie considera necesario consultarlas en este asunto ni en ningún otro. La idea de niñez no existe, sólo hay futuros hombres o futuras sirvientas.
Ellos aprendieron que la comida y la solidaridad son importantes en las hambrunas del desierto; en las mujeres y los niños sólo pueden ver continuidad de la raza.


En una sociedad floreciente como la suya, las viejas son consultadas en cada asunto de importancia y escuchadas con respeto. Ellas deciden los matrimonios y eligen a los jóvenes que serán sacrificados cuando la lluvia no llega. En ese pueblo donde el matrimonio es una decisión económica o política, el amor es subversivo. Cuando es descubierta una pareja de enamorados, se expone a los amantes al oprobio general y se los elimina sin piedad.
Así hacen desde que, tiempo atrás, virtudes juveniles como el arrojo y la audacia de los cazadores resultaron inútiles ante la sequía que mataba plantas y animales, siendo la sabiduría de las madres y abuelas la que salvó a todo el pueblo de la extinción.


En una sociedad floreciente como la suya, la violencia es una deshonra y tomar una vida es un crimen mirado con horror. Por eso no se mata a los bastardos nacidos de amantes pertenecientes a castas diferentes; la ley prescribe ignorarlos como si no existieran, sin tocarlos ni mirarlos, dejando que sobrevivan entre cloacas y basurales.
Antiguamente, su civilización estuvo a punto de desaparecer, debilitada por la guerra civil y las intrigas palaciegas. Los sobrevivientes enseñaron a sus hijos a respetar la vida, y a aplicar estrictas reglas formales a cada ámbito de sus vidas.


En una sociedad floreciente como la suya, la libertad se pregona como un valor absoluto, que sólo encuentra su límite en la libertad ajena. Por esto, son los comerciantes los que detentan el verdadero poder, aplicando a sus transacciones una libertad que arruina a los trabajadores a quienes pagan con monedas mientras ellos gozan de una libertad comprada con el hambre ajeno.
Cuando ellos llegaron a la tierra que hoy es su patria, huían de la tiranía de un rey que los obligaba a profesar una religión en la que no creían. Desde entonces, juraron respetar y proteger la libertad de pensamiento, pero no se les ocurrió que a las libertades no las coarta sólo la censura, sino también la falta de opciones.


En una sociedad floreciente como la suya, todo el mundo trabaja y todo el mundo come. No hay privilegiados ni desposeídos. El arte, al ser improductivo, es considerado un elemento suntuario propio de culturas degeneradas. Dedicarse al arte es sinónimo de vagancia, un delito sumamente grave en una cultura como aquella, y las prisiones están llenas de tales delincuentes.
Antiguamente, habían sido un pueblo gobernado por ociosos, quienes, sin otra cosa que hacer, se dedicaban a la música, la pintura y la danza; cuando la gigantesca horda de esclavos rebeldes aplastó a la debilitada aristocracia, arrasó también, con odio y horror, con todos aquellos objetos de arte que tanto sufrimiento les habían costado. Por eso, ven en cada dibujante o bailarín la semilla de la perversión de su raza, y si no pueden doblegarlo, lo aniquilan.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Nosotros somos todos

"Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Gongreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento ...de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino; invocando a la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina."

jueves, 9 de diciembre de 2010

las cosas son lo que parecen

Hay carnicerías que parecen peluquerías.
Peluquerías que parecen pubs.
Pubs que parecen boliches.
Boliches que parecen una estación de tren en hora pico.
Estaciones de tren en hora pico que parecen zonas de catástrofe.
Zonas de catástrofe que parecen zonas ocupadas.
Zonas ocupadas que parecen carnicerías.

Las cosas son lo que parecen.
No lo que dicen ser.