jueves, 11 de noviembre de 2010

Mal de uno solo

Es alto y está claro que va regularmente al gimnasio. Tiene la naríz corta, los ojos grandes, el pelo negro, lacio, espeso y largo; cuando sonríe se le ven los colmillos, más afilados y triangulares de lo normal, lo que armoniza bien con el resto de su persona, como si alguien lo hubiera diseñado teniendo en mente un personaje de historieta, alguna clase de vampiro de ésos que se usan ahora o un ser más o menos mítico. Es lindo, aunque parece más lindo al describirlo que al recordarlo.

Está chateando con alguien a quien no conoce; le llega una foto. Se ríe a carcajadas. La foto muestra a una chica muy gorda en equipo de gimnasia.

La chica gorda se va del chat y lo deja hablando con su prima. Hablan de ella. ¿Así que tiene novio? ¿y quién es? ¿Babe? ¿me la chuparía si me la untase con mayonesa?

Sigue riéndose mientras trata de sostener sobre sus rodillas un plato de arroz. El plato no cabe en el escritorio, que está polvoriento y lleno de cosas, de modo que trata de tenerlo apoyado en el regazo mientras escribe. Hace un gesto brusco y el tenedor se cae al suelo. Lo levanta lleno de pelos y polvo. Decide no usarlo, pero como no quiere dejar de chatear, se come el arroz del plato como si fuese un perro. Tiene los labios grasientos y está vestido con una horrenda bata azul de paño que le queda larga. Hace tres horas que está chateando.

Parece que la chica gorda volvió al chat y dijo algo. Él se ríe otra vez. Gorda pelotuda ¿quién te va a querer tocar? ¿te la imaginás con el novio? Debe ser igual que ella, qué asco.

La única luz en la habitación es la del monitor. Hay montones confusos de ropa, revistas, películas y tazas o platos por todas partes. Hay olor a encierro y a ropa sucia. Se levanta, arrastrando los pies. Hace pis en el baño y vuelve. Recoge el plato de arroz de la pila de ropa sobre la que lo había dejado. Cierto que no tenía tenedor. Bueno. Sigue comiéndose el arroz como un perro y riéndose de esa chica tan gorda.