sábado, 30 de octubre de 2010

En el bosque

Era una cabaña de madera, sumergida en el centro de un bosque gigantesco que crecía a su alrededor, abrigándola. Eran varios; ella y otros amigos, de pie en el centro de la cabaña. Todos miraban hacia la puerta.
Afuera los árboles crecían y se adensaban en silencio. Adentro de la casa, el silencio era el latido expectante de un corazón, del corazón del bosque.
Y de pronto un ciervo había entrado de un salto por la ventana y había corrido a refugiarse en ella. Sus amigos estaban allí, en la penumbra, y también Laura, y ella dijo para sus adentros: "Pero fué, después de todo, a mí a quien eligió, yo fuí elegida para protegerlo, no Laura". El ciervo, muy joven y muy pequeño, tenía una herida antigua en un costado, y seguramente una más nueva, que ella no podía encontrar.

Despertó del sueño con el resabio agreste y húmedo del perfume penumbroso de los árboles, y con un vago desasosiego que no se supo explicar hasta que recordó al ciervo tan pequeño, que buscaba refugio en su regazo.

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